No nos conocíamos. Nadie te conocía y ojala nadie, salvo los cercanos, lo hubiese hecho nunca. No puedo por menos que hacer el ejercicio de imaginar cual sería ese día a día tuyo a esa edad en que lo que uno espera de la vida es un poco de tranquilidad. Pero como siempre no hay rostros para la responsabilidad.
Todo el mundo lo lamenta pero vienen habiendo otras “Rosas” y seguirán tras de ti. Es un goteo, a veces un torrente, de aquellos que pierden los trenes o están en el sitio equivocado en el momento menos adecuado. Hoy es una vela, mañana una soga, después…poco importa. Esta sociedad, mi sociedad, la sociedad que yo también construyo con mi indiferencia no tiene tiempo de pararse en menudencias, apenas un puñado de titulares y a seguir.
Lo malo es que las cifras empiezan a ser considerables, importantes, visibles:
Rosa Pitarch era una de las más de cinco millones de personas víctimas de pobreza energética en España. Casi 1,8 millones de familias viven a oscuras. Uno de cada tres hogares en paro sufre miseria energética, una epidemia que causa 7.000 muertes prematuras al año, según el estudio bienal sobre pobreza y desigualdad energética que la Asociación de Ciencias Ambientales publicó en abril con datos de 2014. Los incendios y las enfermedades cardiorrespiratorias son los efectos de un tipo de indigencia que se ha multiplicado por tres desde 2007. En el mismo periodo los gastos de luz y gas en los hogares han aumentado un 42%, y España es el cuarto país de la UE con más hogares incapaces de mantener una temperatura adecuada, con Murcia, Extremadura, Andalucía, Castilla-la Mancha y Cataluña a la cabeza (Fuente: El Mundo).
Cinco millones, se dice pronto, y si es aquí en España y en 2016.
Da que pensar, da que actuar.